TRASPÀS |
M. dels Àngels Ballbé
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Les coses mudes van tornar-se hostils J. Carner Bell era de veure la flama del foc immòbil damunt una espiral d’aigües adormides sota l’estrella de l’alba. L’or magenta dels capvespres acaronava amb pessigolleig de sedes el cos nuat a l’entreforc de l’arbre del desig. Els dies, topazis encesos, irradiaven el misteri i la serenor de les coses que no menem enlloc. Els pigments de llenç es fonien a l’horitzó com silenciosos nàufrags. Bell era de veure el flascó de la natura, obert als sentits, abans que les coses mudes es tornessin hostils. |
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Texto del catálogo Traspàs. Can Palauet. Mataró 1997 |
APUNTES PARA TRASPASAR LAS OBRAS DE J.M.CALLEJA |
Abel Figueres
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La obra de J.M.Calleja se desarrolla en muy diversas direcciones que suelen tener como eje común la poesía visual entendida en su sentido más amplio, casi podríamos decir panorámico o en forma de abanico, porque los poemas visuales de J.M.Calleja alcanzan toda clase de formas y aspectos: films, vídeos, acciones poéticas, libros, mail-art, plaquettes, carpetas, objetos, carteles, postales, instalaciones y montajes (poéticos). En esta ocasión presenta seis obras de 1996 en Can Palauet, en Mataró. Cada una de esta instalaciones o montajes ocupa un espacio determinado del edificio, ya sea una sala o un pasillo. Tres de ellas son inaccesibles, están dentro de un espacio en el que no podemos entrar y, por lo tanto, tenemos que verlas desde la puerta, a una cierta distancia. Las otras tres permiten que nos acerquemos o que demos vueltas a su alrededor y que las observemos desde diversos puntos de vista. Nos referiremos a cada una por separado intentando dar pistas y apuntes para que el lector-espectador haga su particular lectura-percepción y de esta manera se aventure a traspasar a través de las obras para llegar a … donde cada uno quiera. Se trata de un montaje formado por nueve serpientes de distintos tamaños y colores y cincuenta y dos huevos dorados esparcidos aleatoriamente por un espacio intrincado (donde aún se puede ver la antigua prensa de la casa) con diversos niveles y escaleras; un espacio que consigue un cierto aspecto de caverna, donde no podemos entrar; tan sólo puede acceder nuestra vista. Algunas de las serpientes –aún estando disecadas- por su posición y por su manera de estar situadas nos hacen dudar sobre si están o no vivas, lo que añade un cierto grado de intranquilidad en el espectador. El número de huevos (elementos vitales y contenedores de vida) nos hace pensar en las cincuenta y dos semanas que tiene el año: cincuenta y dos períodos de tiempo que nos permiten realizar toda clase de actividades. El hecho de que estos huevos sean dorados los relaciona con la fortuna y la suerte. Por lo tanto, pueden ser interpretados como lapsos de tiempo afortunados, aquellas épocas o períodos en los que las cosas nos salen bien. Pero no se debe olvidar que para conseguirlos se tienen que salvar los obstáculos peligrosos y venenosos que representan las serpientes. En el pasillo que se encuentra entre el primer y segundo espacio hay un montaje que ocupa un lienzo de pared. Sobre un fondo rojo se pueden ver tres hileras de letras en un orden determinado. Son trece piezas de mármol negro (13 x 13 x 2 cm.) con la inscripción dorada de una letra. Están situadas en tres hileras que tienen cinco, tres y cinco letras respectivamente: AABEE son las letras de la primera línea; EJL, las de la segunda y MRSSY, las de la tercera. Si bien se puede descubrir fácilmente el orden alfabético, resulta difícil deducir algo más. Éste es, con toda probabilidad, el montaje más enigmático de la exposición. Se trata de un homenaje a otro artista. Son las letras del nombre de James Lee Byars, un personaje que gusta a J.M.Calleja, puestas por orden alfabético, lo que les hace perder el significado evidente y conseguir un aura misteriosa. Los colores utilizados también hacen referencia a los que utiliza Byars a menudo. Esta es otra de las instalaciones que deben verse desde la puerta de la sala. Toda la habitación está cubierta por una gran alfombra de cabellos humanos; una extensión de pelo de todas las medidas y colores que nos hace pensar en todo lo humano que vamos perdiendo a lo largo de nuestra vida. Al fondo de la sala se puede ver una puerta donde están colgadas ocho jaulas doradas. Las hebras de cabellos humanos se convierten en una auténtica naturaleza muerta que lo invade todo. Las jaulas del fondo, por muy doradas que sean, no dejan de representar ciertos símbolos de la pérdida de la libertad, una metáfora literaria que ya se ha popularizado. Unas jaulas doradas que a menudo quieren enmascarar y disimular el hecho de que no son más que trampas en las que podemos caer y ser esclavizados, encarcelados y controlados. Las jaulas de la puerta también parecen querer cerrar el paso o advertir a todos los que quieran traspasar el dintel y aventurarse a ir más allá, al otro lado. La tercera sala inaccesible se titula In illo tempore. Se trata de otro espacio que también tiene el suelo cubierto, en este caso de naftalina; una sustancia blanca cristalina que impregna el ambiente de su olor característico y penetrante. Una sustancia y un olor que nos evocan los recuerdos de los armarios y los cajones antiguos donde se guardaba la ropa. A ambos lados de la sala, colgados en la pared unos relojes sin manecillas, también antiguos, nos transportan a un tiempo y un espacio intangibles, surreales y misteriosos; un tiempo y un espacio que nos desazonan y nos dejan sin aliento. Todo ello nos habla del tiempo en suspenso, un tiempo que no sabemos cuál es ni lo podemos medir. Un tiempo pasado que quizás debemos conservar en nuestro recuerdo. Es el más escultórico de los trabajos que se presentan. Se trata de un tipo de ziggurat, de un metro de altura aproximadamente, hecho con vidrios y papel. Los dos materiales se alternan por pisos, a cada montón de mil hojas en blanco le corresponde un vidrio, colocado horizontalmente, que va disminuyendo de superficie a medida que aumenta la altura del piso, hasta alcanzar la característica forma de pirámide truncada. La forma de ziggurat nos hace pensar en las características torres de pisos propias de Mesopotamia; este tipo de construcción religiosa que hacia de lazo entre la tierra y el cielo. El término siqurratu quiere decir torre de pisos. Solían tener entre tres y ocho pisos, con el nivel inmediatamente superior siempre más pequeño que el inferior, y podían llegar a tener hasta cien metros de altura. Uno de los ziggurats más famosos es el de Babilonia, dedicado a Marduk, el nombre sumerio del cual era, precisamente, É.temen.an.ki, que quiere decir “residencia del fundamento del cielo y la tierra”. La pieza de J.M.Calleja tiene siete pisos que se consiguen superponiendo hojas de papel en blanco, lo que nos hace pensar en las enormes posibilidades que nos ofrece el papel para reflexionar las ideas y los sentimientos (escritos o dibujados) y de esta manera poder acceder a los estadios superiores hasta llegar a conectar la tierra y el cielo particulares de cada uno. Es el título de un gran círculo de tres metros de diámetro realizado con multitud de trozos, pedazos y fragmentos de marcos de cuadros de todo tipo y estilo. Se trata de una pieza espectacular que recupera lo que de sobrante tiene el arte, lo más insignificante y pobre. Son restos del perímetro de la creación, desperdicios de marcos de obras de arte que estaban destinados a ser menospreciados y rechazados, pero que por azar del destino y voluntad del artista también pueden llegar a ser artísticos y formar parte de una obra humana. Se trata, también, de un cúmulo de imperfecciones que se convierten en una forma perfecta, un círculo. Y, al mismo tiempo, es una reivindicación de la pobreza, de los restos, de las cosas sobrantes, de lo que tiramos, de los residuos, de las sobras, etc.
Los seis montajes o instalaciones pueden ser percibidos también como un itinerario. Cada uno de ellos se complementa con los otros hasta llegar a formar un gran abanico de sugerencias, de indicaciones, de insinuaciones que nos hacen sentir y pensar. Un abanico poético y visual que hace estallar la poesía visual propiamente dicha en miles de formas y de apariencias. Porque lo importante no es el oficio, la técnica o el medio, sino hacer sentir. No sea que nos ocurra lo que la sabiduría oriental ya avisaba con ironía, que mirásemos el dedo como los imbéciles cuando éste señalase la luna. |
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Texto del catálogo Traspàs. Can Palauet. Mataró 1997 |