GUERRA Y MUERTE |
David Castillo
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Guerra, guerra, guerra, guerra, guerra, guerra… Hemos envejecido, han cambiado los hombres, ha habido revoluciones, contrarrevoluciones, han caído los imperios. Lo único que no ha desaparecido ha sido la guerra. Y nos enfrentamos al asesinato masivo, a soldados americanos y británicos rematando a los heridos en los fantasmagóricos edificios de Faluya. Toda una educación sentimental que podemos recordar desde la infancia: Vietnam, Camboya, Biafra, Palestina, el Sinaí, Beirut, Sumatra, los Balcanes, Ruanda… hasta la guerra del Golfo, la guerra del petróleo, que ha tenido dos partes con un paréntesis en el que se sitúa el episodio de las Torres y Afganistán, donde los americanos han continuado la guerra de los soviéticos, transformando el amigo en enemigo, como tantas otras veces. Grandes guerras y de poderosos, pequeñas guerras olvidadas, que más da. Cambios geoestratégicos, intereses económicos, conflictos religiosos, cualquier excusa es buena para reproducir el horror, para alimentar la bestia armamentística. No calles, no mires, no opines, sigue independiente, no te muestres antiamericano, hazte inmune a las noticias, no te deprimas, haz ejercicio, domina tus emociones hasta proclamar ¡Viva la guerra! como un aparato generador de noticias, experiencias, novelas, películas…Es igual. ¿Todo por el arte? El poeta J. M. Calleja nos ofrece una porción de guerra a través de una colección de piezas, elaboradas con fragmentos de periódicos desde los años setenta, una reflexión sobre la muerte a través del arte social en formatos que me han recordado el arte pobre recuperado por los artistas portorriqueños en la última bienal de Nueva York. Son piezas que combinan algunos de los intereses del artista, la permutación entre artes plásticas y literatura, la interacción entre poesía visual y concreta, la reivindicación de la imagen como un estereotipo de la abstracción creativa. La exposición recoge unos instantes, quizás unas informaciones inapreciables de tanto repetirse, que generan indiferencia en la mayoría. La inercia de la muerte y el periodismo, del periodismo sobre la muerta, no es excusa sino pretexto para la reflexión de Calleja, que altera el realismo con aportaciones conceptuales sobre los mecanismos de censura, del azar dentro del asesinato generalizado que implica la guerra. El gobierno quiere recuperar las relaciones de amistad con los Estados Unidos y éstos, mientras, esparcen su fuego por doquier. Con sus empresas demuestran la codicia e infinitud de teóricos y articulistas justifican y bendicen todo este estado de cosas. Ante una situación tan vergonzante, estas piezas de J.M. Calleja me recuerdan el espíritu insurgente de mi viejo amigo, la comunión latina entre estética y ética, la supervivencia del arte frente a la masacre. |
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Texto presentación ENSW NEWS. Galería H20. Barcelona 2005 |