ESPEJISMO | |
Todo el espacio del antiguo depósito de aguas, sonorizado con el oleaje marino. Materiales: 2 toneladas de sal marina y 16 fotos, de 1 m. de alto y 1,50 m. de ancho cada una. Colaboración: Sabina Calleja (fotos). Ayudante técnico: Jaume Simon. |
ESPEJISMO DE J.M.CALLEJA |
Angela Serna
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«Agua que nace en la fuente serena del mundo, surgiendo en la profundidad; agua del río inocente que pasa y se vierte, se funde en la entraña del mar. (…) Aguas que bañan aldeas y matan la sed de la población. (…) Agua de los manantiales, origen del agua con su misteriosa canción. Agua que el sol evapora, ¡bendita la hora! (…) Tierra, planeta agua.» «Planeta agua», de Guilherme Arantes. Adapt. V. M. Han pasado más de 130 años desde que, allá por 1868, el Ayuntamiento de Vitoria encargara a D. Ricardo Bellsola, ingeniero de caminos, canales y puertos, un primer estudio de las obras «que fuesen necesarias para conducir a la citada ciudad, al punto llamado del Campillo, las aguas provenientes de la falda del Gorbea de un manantial llamado «donde nace el agua «; y más de 100 años desde que, el domingo 21 de septiembre de 1884, el entonces alcalde, Odon Apraiz, se dirigiera al vecindario de Gasteiz para anunciar que, por fin ese día a las 5 de la tarde, el depósito se pondría en funcionamiento «abriendo anchos cauces a las corrientes de adelanto por todos sentidas, y derramando verdaderos torrentes de nueva vida sobre Vitoria…». Acabamos de entrar en el tan esperado año 2000 y este viejo depósito recobra todo su vigor gracias a la exposición Espejismo de J.M.Calleja, quien nos remite, en cierta manera, a los orígenes del edificio: «donde nace el agua», ese manantial transportado a la ciudad por un sistema complejo de cañerías, hasta inundar, en la parte alta, una «caverna mágica» destinada a acoger sus aguas. Ese receptáculo de agua dulce, fuente de salud y prosperidad que hoy, y desde hace algunos años, no cumple otra función que la de acoger arte. Alejado de su uso primero, despojado del agua, aunque conservando su huella, el depósito es un universo subterráneo con rancio olor a pasado, actualizado sólo por las muestras artísticas dispares que lo invaden de vez en cuando. Una especie de templo que hubiera perdido su carácter sagrado, pero que sigue conservando su majestuosidad de siempre, como si una extraña alianza con una fuerza superior le hubiera evitado seguir «respirando con todos los violines sin cuerdas/ en la escala de las heridas y los edificios deshabitados » o, lo que es peor, ser portador de esa «agua que no desemboca » rimada por Federico García Lorca. No es casual que J.M.Calleja haya elegido el depósito de aguas para llevar a cabo su particular visión del mundo. Y es que este espacio se adapta como un guante a la búsqueda y reflexión que sobre el agua lleva a cabo desde hace algunos años. Baste con citar sus exposiciones Paratge marí.Opus 87, presentada en H’ART d’Hospitalet el 1987; La veu dels déus, en el Pati Manning y Retornar a les deus, en la Galeria Arcs & Cracs (instalaciones realizadas en Barcelona el 1992), o Passatges d’aigua, en el Centre Cultural de Alcoi en 1993. A nadie se le escapa que, como sostiene Francesc Miralles, «el agua ha sido fuente de inspiración, punto de partida y de llegada en la obra de numerosos escritores, poetas, músicos… de pueblos y culturas diversas, sin embargo, sorprende que este elemento, tan vivo en significaciones simbólicas en todas las culturas, tan presente en nuestra cotidianeidad, tan necesario para nuestra vida, no sea objeto de mayor atención por parte de los artistas, en especial, de los artistas conceptuales». (en Passatges d’aigua, Centre Cultural de Alcoi, 1993). Este no es el caso de J.M.Calleja, cuya trayectoria demuestra su preocupación recurrente por este elemento, siendo uno de los artistas contemporáneos que han hecho del agua uno de los vehículos de comunicación con el mundo. En este sentido, Calleja consigue recrear en el depósito de Gasteiz un microcosmos, una ciudad invisible y acuática. Una ciudad subterránea en la que, como en Valdrava, de Italo Calvino, encontramos, por inversión del punto de vista, la ciudad real y su reflejo-espejismo. Al igual que Calvino en Dorotea, Anastasia, Isaura, Olivia, Esmeraldina… o la ya citada Valdrava, todas ellas ciudades acuáticas o estrechamente relacionadas con el agua, J.M.Calleja diseña un espacio virtual en el que podemos desplazarnos y reconocernos a pesar de su no-consistencia. Al igual que Calvino, ha sabido, también, imaginar un ambiente, establecer unos decorados y utilizar elementos estrechamente relacionados con la capacidad de soñar del ser humano. Al mismo tiempo, conjugando contrarios, ha sido capaz de concebir un mundo más habitable y tolerante que nuestro propio mundo. Pues, aunque en apariencia cerrado sobre sí mismo, este depósito, tocado por la mano de J.M.Calleja, consigue abrirse y, por el juego de la sugerencia, llegar a los más recónditos lugares del alma donde lo onírico y lo poético son algo más que ficción. La propuesta de Calleja parte de un espejismo: un desplazamiento surgido por la yuxtaposición, la coincidencia de dos realidades opuestas y condenadas, en principio, a no convivir en la realidad: el depósito, destinado a acoger agua dulce, agua de vida y prosperidad, un agua tranquila; y el mar: agua salada, en constante movimiento. Una dualidad marcada por el encuentro de elementos antagónicos cargados de múltiples resonancias simbólicas. En un acto poético de gran belleza, conjugando elementos diversos: fotografía, escultura, música y arquitectura, Calleja crea una obra global destinada a ser una orgía para los sentidos: la vista: saturada por la contemplación del cielo, la arena y el mar que baña las paredes; el oído: atrapado por ese canto-rumor de olas que invade el edificio; el tacto: al que invitan los bloques escultóricos de sal entre las columnas y el propio recinto; el olfato: estimulado por el olor salado y rancio que rezuma el conjunto y, por fin, el gusto: ese sabor que nuestro cerebro paladea ante la saturación de elementos salinos. Así de simple: – 16 fotografías (1m x 1,40m) con motivos marinos: en clara alusión a las coordenadas vertical y horizontal, en perfecta armonía; pues lo que parece interesar a J.M.Calleja es precisamente ese punto de intersección de las dos realidades: el horizonte: en el que ambas son una realidad otra. – 2 toneladas de sal: distribuidas en bloques-esculturas de unos 100 kilos, invadiendo los huecos entre los arcos del depósito en manifiesto testimonio de su exilio marino: pues extraída de ese mar que inunda el edificio, esculpe con solidez el germen de esa nueva realidad. – Ruido-rumor de olas: penetrando por cada uno de los tramos-poros del espacio y del espectador-paseante: meciéndole, atrapándole con su eterno canto en la ciudad del agua, en este caso «intemporal». – Y el depósito: que, fuera ya de su función original, perpetúa en sus formas (el cuadrado) un dominio vaticinado desde los orígenes: ser testigo inmutable y silencioso de un pasado inexistente, hoy actualizado y transformado. Así de complejo: Pues la propuesta de J.M.Calleja, aparentemente simple e intrascendente por la accesibilidad de los materiales, sobrepasa los límites de la exposición o instalación al uso. Y esto por varias razones: primero porque aquí esa realidad otra, a la que hacíamos alusión, se impone sin miramientos con una fuerza inusual; en segundo lugar porque esa realidad es fruto de la indisociabilidad de los elementos mencionados más arriba: no hay posibilidad de separar cada una de las partes del todo Espejismo; en tercer lugar porque detrás de esa simplicidad se encierra toda una reflexión y una filosofía de vida a la que, quienes conocen la trayectoria de J.M.Calleja en cada una de sus facetas: poesía, poesía visual, instalaciones, etc., están ya acostumbrados. Y es que J.M.Calleja es un artista con mayúsculas que lleva a su obra las inseguridades y contradicciones que, como ser humano sensible, le acompañan en su cotidianeidad. Pero, además, no es conformista a la hora de pensar y de plasmar sus proyectos. Y esto en todos los niveles del proceso creativo, incluido el tratamiento del espacio. Así, si, normalmente, un espacio, galería… acoge la obra o conjunto de obras de uno o varios autores como mero recipiente extrínseco y pasivo (un elemento añadido, a veces molesto), en el caso de J.M.Calleja, y de este proyecto concreto, se trata de algo distinto: Espejismo ha sido pensado por y para el depósito de aguas de Gasteiz, hasta el punto de nacer y morir en este espacio. Tal vez, porque J.M.Calleja no pueda evitar el guiño con otro gran poeta y pensar, como él, que «nuestras vidas son los ríos/ que van a dar en la mar/ que es el morir…» : espacio-tiempo en el que es posible el encuentro, la común-unión de los contrarios. Pues este trabajo que, desde hoy, se propone a cuantas personas se acerquen hasta el depósito de aguas de Gasteiz ofrece algo más que un mero pasatiempo: ofrece un desplazamiento a través del tiempo desde un espacio que acoge, transformada en metáfora, la unión de las aguas: las aguas pertenecientes a la historia del depósito, hoy ausentes, y el agua salada convocada aquí por la coincidencia de los elementos que la componen. Espejismo posible, únicamente, por la existencia del depósito como lugar de encuentro y unión de ambas realidades: línea de un horizonte mágico que transporta al otro lado del espejo: reflejo de una búsqueda que va más allá de las apariencias, en un espacio-tiempo más onírico y poético que cronológico. Un espacio-tiempo más cuadrado que circular. «CADA MAÑANA ME ASOMO AL MAR, (…) Cada mañana me asomo al mar, [del poema «Para que otro nazca», de Carlos Aurtenetxe, La piedra acontecida, J. Oteiza & C. Aurtenetxe, Col. MAIOR, S.S. 1999] Deeo que este viaje a través de Espejismo invite a la reflexión personal y que de regreso podamos decir, como el poeta José Moreno Villa: «No pensamos venir, nos trajeron las ondas. |
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Texto del catálogo Espejismo. Centro Cultural Montehermoso. Vitòria-Gasteiz 2000 |